Fin de Camino

Fabiola Etayo.- Después de muchos quilómetros, muchas historias y nuevos conocimientos hemos llegado a nuestro destino. Las flechas amarillas nos guiaron en una aventura apasionante. Nos encontramos con extranjeros que nos dieron los motivos por los que hacían el camino. Conocimos peregrinos que volvieron a nacer gracias a unas personas entregadas y generosas como son los bomberos voluntarios de Navarra. Quienes con su esfuerzo y dedicación salvan a los peregrinos de sus despistes. Pablito nos regalo unas varas para que nuestra caminata fuera menos pesada y la espalda no sufriera las lesiones propias del que camina tantas horas. Pero estas historias podrían haber sido contadas por Ánder, ese periodista freeland que se pierde y encuentra historias dónde nadie creía que había vida.

Ha sido un viaje bonito. Nos veremos seguro por otra etapa del Camino.

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La tarea de escribir el Camino

 

Fabiola Etayo.- Son las diez menos cinco de la mañana. Viene corriendo. Sin tiempo para recuperar el aliento, se sienta en una roca, abre la mochila y saca un ordenador pequeño y el móvil. En pocos minutos, Ánder Izagirre recibirá una llamada para conectar en directo con Radio Euskadi, donde reflexiona cada quince días con los oyentes. Sin embargo, la hora se acerca y el ordenador donde anoche escribió la columna no se enciende. Una vez más, la tecnología falla. Sin embargo, Ánder hecha mano de la experiencia adquirida tras haber viajado por medio mundo como periodista, hace memoria, y consigue salir adelante. Tras colgar el teléfono, satisfecho, se echa la mochila a la espalda y vuelve al Camino. Hoy toca la etapa vizcaína entre Markina y Gernika y aún quedan veinte kilómetros por delante.

El periodista trabaja mientras hace el Camino

El periodista Ánder Izaguirre trabaja para hacer una guía sobre el Camino de Santiago. F.ETAYO

No cabe duda que Ánder es un peregrino peculiar. No lleva concha ni pretende llegar a Santiago. Este periodista freelance recorre los centenares de kilómetros de las 35 etapas del Camino de Santiago que atraviesan Euskadi y Navarra con un objetivo muy diferente al de cualquier otro peregrino. Con un bolígrafo, una libreta y una cámara de fotos colgando del cuello, se pasea por sendas y caseríos buscando las “pequeñas historias” que rodean la legendaria ruta jacobea, con las que ilustrar la nueva “Guía del Camino de Santiago en Navarra y Pais Vasco” que prepara de mano de la editorial Sua.

Con el callo de quien lleva recorridas más de una decena de etapas del Camino en los últimos meses, Ánder echa a andar. En pocos minutos deja atrás la colegiata de Cenarruza y la puebla de Bolívar, cuna familiar del famoso libertador americano, para adentrarse de nuevo en los húmedos senderos que serpentean la difícil orografía. Entre musgos, pinos y eucaliptos, Ánder camina seguro. Esquiva ramas, piedras y los árboles caídos tras la tormenta con la agilidad de quien ya conoce el Camino. Ya lo hizo con 17 años, cuando partió de San Sebastián en bicicleta con varios amigos y entró en la plaza del Obradoiro cinco días después. Una experiencia que no tiene nada que ver, explica riendo: “Entonces debimos hacer más de 150 kilómetros diarios así que no vimos nada. Ahora es todo lo contrario, me voy fijando en los caminos,  los desvíos, las señales… y lo voy anotando todo en la libreta”.

Ánder y su libreta hacen el camino

Ánder no para de hacer anotaciones a lo largo de la ruta jacobea. F.ETAYO

Una de las cualidades de este periodista de 38 años es convertir en interesante lo cotidiano. Mientras camina a paso ligero no se despega de la libreta e interrumpe la conversación cuando percibe algo interesante. Un molino antiguo, una iglesia románica o una flecha amarilla que lleva a confusión. Como cazador que acecha a su presa, Ánder se para, observa y, si le convence, saca la libreta y apunta. Y es que desde que salió de la facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra en 1998, Ánder tenía claro que iría a buscar las historias por sí mismo. Y así fue. Viajó junto a los porteadores que sobreviven en la cordillera del Karakorum, vivió la historia de las guaraníes que hicieron una revolución jugando al fútbol, recorrió una vuelta a España en vespa y conoció la vida de los niños mineros de Bolivia. Unas historias escondidas por los rincones del mundo que le han llevado a los cinco continentes.

Durante las cinco o seis horas que tarda en recorrer cada etapa, como cualquier peregrino que anda en solitario, Ánder se dedica a pensar. Son las historias que va recogiendo las que vagan por su mente y es por eso que no desperdicia ninguna oportunidad para pararse con aquellos que encuentra a su paso. “Procuro hablar con la gente de los caseríos en el monte o cuando llegas a los pueblos para intentar conseguir alguna historia un poco distinta que no se suele contar porque se sale de la mera información turística. Ellos son mis fuentes”, explica.

A las cuatro de la tarde, en algún lugar del laberinto de sendas, huertas y caseríos de la Vizcaya interior, Ánder encuentra una antigua ferrería del siglo XVIII. Junto al río, un viejo muro de piedra cubierto de maleza y un panel turístico de la diputación de Vizcaya tratan de rememorar aquella siderurgia. Ellugar estimula la imaginación. Pum, pum, pum…La fantasía evoca el sonido ensordecedor del enorme martillo golpeando violentamente contra el hierro ardiente mientras el molino gira sin parar. Del interior sale un calor sofocante. Apenas se vislumbra entre el humo a varios hombres que echan carbón mecánicamente a la vez que echan mano de enormes fuelles para avivar el fuego. Ánder, ajeno a estas ensoñaciones, saca la libreta y se dispone a apuntar: ferrería junto al río a medio kilómetro de Santo Tomás. “Ha sido una sorpresa, hay muchas por esta zona pero no sabía que aquí había una ferrería. Nunca sabes donde vas a encontrar una historia”, añade.

Trabajando mientras hace el Camino

El periodista Ánder Izaguirre no solo anota todo lo que ve sino que lo fotografía. F.ETAYO

Ánder reconoce que trata de jugar con el lector a través de los datos que no son relevantes e intenta “dar algunas pinceladas de las historias para que el peregrino las termine y comprenda los lugares por donde va pasando”. Un ejemplo: haciendo una etapa del País Vasco, se encontró con un caserío justo en la frontera entre Guipúzcoa y Vizcaya. Se paró a hablar con el dueño y, como guipuzcoano, le preguntó la evidente duda existencial. ¿Es usted del Alavés o de la Real? Cuenta que aquel hombre sonrió y señaló a una bandera que tenía colgada en un portón pero deja la duda para “generar cierta intriga e instar al caminante que sea curioso y busque por sí mismo”.

Con el sol en el horizonte, por fin se ve Gernika, encajonada en el fondo del valle. La villa vizcaína, tristemente conocida por el bombardeo alemán de 1937 que inspiró a Picasso, se extiende, como si de un gusano se tratara, a ambos lados de la ría que articula sus calles y plazas. Son las cinco de la tarde y Ánder no ve el momento de quitarse las botas embarradas y tumbarse en una cama caliente. Sin embargo, también es labor del peregrino, por muy peculiar que sea, visitar los lugares por donde pasa, así que no desperdicia la oportunidad de fotografiar el famoso árbol de Gernika, símbolo de los fueros de Vizcaya, y de visitar el museo de la paz. Después de todo un día de trabajo cierra la libreta y, con un “buen camino”, se aleja. Mañana será otro día.

 

 

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Los bomberos del Camino

 

 

Fabiola Etayo.- Dicen que son los héroes del Camino de Santiago y no es para menos. Pueden estar comiendo, trabajando o durmiendo pero si hay cualquier problema lo dejan todo para ir en busca de ese peregrino despistado, esos caminantes que se encuentran en auxilio con el miedo y la incertidumbre de no saber dónde están. A veces, las flechas amarillas no son suficientes durante la etapa más dura del Camino. Ser bombero voluntario puede ser duro pero si lo eres en la etapa de Saint Jean Pied De Port hasta Roncesvalles, la primera del Camino Francés, eres considerado un héroe porque es la etapa más peligrosa del Camino. Ahí, el caminante se enfrenta a un desnivel de 1.100 metros para llegar al Collado de Lepoeder, el punto más alto del puerto a 1.400 metros. Esta es su historia:

 Reportaje realizado a los bomberos voluntarios de la primera etapa del  Camino de Santiago que va desde Saint Jean Pied De Port hasta Roncesvalles. Sin ellos muchos peregrinos no hubiesen podido llegar hasta Santiago. ALUMNOS DE FACULTAD DE COMUNICACIÓN DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA

 

 

Estas han sido alguna de sus azañas:

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Las varas de Pablito

 

Fabiola Etayo.- De avellano, de castaño o roble, el bordón es, junto con la concha y la calabaza, un inseparable compañero del caminante hacia Compostela. Sin su apoyo, las caminatas se hacen más incómodas, el cansancio llega rápido y las rodillas y la espalda se resienten. Sin embargo, muchos peregrinos aguantan las primeras etapas del camino francés sin él. Prefieren esperar hasta Ázqueta, un pequeño pueblo a 7 kilómetros de Estella donde vive Pablito Sanz, un hombre que lleva más de 30 años regalando sus varas de avellano a los peregrinos.

 

Pablito sonriente en su casa de Ázqueta

Pablito sonriente en su casa de Ázqueta. F.ETAYO

Pablo, ¿y cómo le dio por regalar varas?

¡Pablo no! Pablito.

¿Por qué Pablito?

No me gustan que me llamen Pablo porque yo no me llamo así. Cuando vienen a Ázqueta y preguntan por Pablo yo les digo que Pablo no existe. Existe Pablito.

¿Y por qué Pablito empezó esta aventura de las varas?

Desde siempre me había fijado en que los caminantes llevaban consigo palos que no eran nada apropiados para el camino. Bastones que eran perjudiciales para la espalda de los peregrinos y que además entorpecían al caminante durante su travesía. Por eso, de camino a un cumpleaños me encontré en la zona de Belate con unos avellanos muy bonitos de los que se podían sacar unas varas muy buenas. Entonces pensé que podría hacer algo. Regalarlas a los peregrinos que pasaban por mi pueblo. Ese día, ayudado por mi sobrino, corté unas 80 varas y las traje a Ázqueta en mi Seat 127. Duraron menos que un Chupa Chups en la puerta de un colegio.

¿Y cuántas ha repartido ya?

Nunca he llegado a contar las varas que cortaba ni las que traía. Ahora tampoco me voy a poner hacerlo. Siempre lo he calculado a ojo. En estos años habré regalado unas 30.000 varas. Cada año varía, pero suelen rondar las mil anuales. Aunque es verdad que ahora intento traer más que hace 30 años porque la fama de Pablito,” el de las varas”, se ha extendido mucho.

Imagino que los peregrinos se sorprenderían mucho con el regalo…

Sí. Antes se sorprendían mucho porque no entendían por qué lo hacía. Tampoco me conocían ni habían oído hablar de mí. Me imagino que alguno pensaría que estaba un poco loco. Ahora, en cambio, ya soy conocido. En mi pueblo soy el hombre que da palos y en el camino ya soy conocido como Pablito “el de las varas”. También llegan otros que han oído hablar de mí, pero que creen que no existo. Cuando les regalo una dicen: “¡Anda, es verdad que las regala!” 

¿Y qué le dicen ahora que saben que existe?

Muchos me cuentan que han aguantado sin comprarse una vara en Pamplona porque querían que yo se la regalase, a pesar de que hacer el Camino sin ese apoyo es mucho más duro y pesado. Se nota sobre todo en la pesadez de las rodillas y en lo cargada que acaba la espalda. Pero prefieren aguantar porque a 40 kilómetros estoy yo esperándoles. También hay algunos que vienen con unas varas muy modernas y especificas para caminar con antideslizante en la muñeca o plegables para que en algunos tramos no les molesten. Pero ellos me las cambian por mis varas de avellano. Y eso es lo que más me llena.

¿Y cómo hace para encontrarse con ellos?

Yo me siento en un banco a la entrada del pueblo, por donde pasan ya agotados los peregrinos que vienen de Estella. Les espero desde primera hora,  que es la más frecuentada. Muchos días desayuno mirando por la ventana porque desde mi casa se ve el camino por donde pasan los peregrinos y si les veo salgo corriendo para encontrarme con ellos. Pero no a todos les regalo varas.

¿A no? ¿Y que más regala?

Pues hace años preparaba café. A unos les invitaba a comer y a otros les daba agua fresquita. Sobre todo en verano porque el calor es insoportable. Este es un pueblo muy pequeño y no hay restaurantes ni albergues así que también daba cobijo a quien llegaba a última hora y no tenía dónde dormir.

Pablito de joven en corral de su casa donde prepara las varas

Pablito, de joven, en el corral de su casa donde prepara las varas. PABLO SANZ

¿Y tenía sitio para todos?

Por supuesto. Donde caben dos caben tres. Mi mujer preparaba la cena y luego nos quedábamos hablando y cantando con los caminantes. Pero esto, que era algo ocasional, empezó a convertirse en costumbre y hubo que pararlo. Mi mujer me dijo que ya no metíamos a nadie más en casa. Y tenía razón porque ya no solo venían a pedirme las varas o un poco de agua, sino que llamaban para reservar sitio para dormir en mi casa. Hay personas que abusan mucho.

Quizás eso sea la parte mala de esta aventura…

No, a mí no me sentaba mal que de vez en cuando se quedasen a dormir pero que mi casa pareciera un hostal, no. Lo que sí que me sienta mal es que vengan peregrinos a pedirme varas para otras personas. O que me las quieran pagar. Es algo que no entiendo. Yo siempre les digo que si quieren varas que vengan a hacer el Camino porque las varas que regalo son para eso. Pero eso no me ha impedido seguir saliendo cada día a la entrada de Ázqueta a regalar varas o conchas.

¿También conchas, Pablito?

Soy una caja de sorpresas, ¿verdad? No a todos les regalo varas. Tengo la suerte de poder sellar la credencial con mi propio sello. Y los peregrinos que lo saben me lo piden. A otros les enseño la Iglesia porque el párroco me dejó las llaves para quien quisiera verla. Y si tengo conchas también regalo o intercambio con los peregrinos.

¿Me imagino que las conchas no las fabricará, no?

(Risas) No, las conchas me las envían desde Galicia. Las guardo en la parte de atrás de mi casa junto con todas las conchas y palos que intercambio con los peregrinos. Tengo una especie de museo que a lo largo de estos 30 años ha ido creciendo y está lleno de historias y momentos preciosos.

Lo guardará con cariño….

Sí, es algo de lo que me siento muy orgulloso, de poder formar parte de tantas historias. Y de que esas historias también formen parte de mí. Pero no solo tengo conchas o palos. También cartas, viseras, santos…Los caminantes me hacen muchos regalos. Hay peregrinos que vienen exclusivamente a conocerme y hablar conmigo y eso para mí es muy gratificante.

Pablito antes de entregarle la vara a un peregrino

Pablito antes de entregarle la vara a un peregrino. PABLO SANZ

¿Qué es lo que más le gusta de sentarse a esperar a los peregrinos?

El poder hablar con ellos. Que me cuenten lo que les ha pasado a lo largo de su peregrinaje. Que nos contemos historias. También me gusta cantar con ellos. Sé muchas canciones del camino y si ellos no se las saben yo les canto para que las aprendan.

Pero desde hace un tiempo esto ha cambiado mucho. Ya casi nadie quiere hablar, cada uno va a lo suyo. Muchos vienen a pedirme la vara y se van. Da un poco de pena porque lo más bonito de hacer el camino es conocer a la gente que pasa por él. Entablar conversaciones y sobre todo escuchar lo que te quieren contar.

¿Y esto se lo dice a los peregrinos?

Sí, yo les digo que las cosas han cambiado mucho. Algunos están de acuerdo conmigo y compartimos opiniones, incluso, nos ponemos a debatir.

¿Se ha convertido esto en un compromiso personal con el peregrino?

No. Es algo que ya forma parte de mí. Me gusta hacerlo. Me llena. A mí no me supone ningún esfuerzo porque es algo que me enriquece. Yo veía que los peregrinos llegaban con palos malos o palos de esquiar y decidí empezar con esto. Se trata más bien de un hobby que de una obligación. A mí me gusta despertarme por la mañana y mirar por la ventana a ver si pasa algún peregrino. Y aunque esto me ha supuesto algún disgusto por problemas no quiero dejar de hacerlo.

¿Qué problemas?

Problemas para cortar las varas del avellano. El Gobierno de Navarra me dijo que no podría cortar sino pedía permiso. Y después debía esperar a que éste me autorizase.

¿Pero al final le han autorizado?

Bueno, conseguí una autorización del Gobierno de Navarra. El problema es que el ayuntamiento de cada pueblo al que voy me obliga también a pedir antes permiso para llevarme las varas. Y claro, unos me dicen que sí, pero otros me lo impiden. Y con mi edad eso me supone un problema mayor. No me dejan hacer algo bonito tranquilamente.

¿Y este hecho le ha impedido regalar varas?

Claro. El año pasado me dieron permiso en julio gracias a un secretario que vino a Ázqueta, pero para entonces ya habían pasado muchos peregrinos a los que no les pude regalar nada. Ellos me preguntaban por qué no podía cortar las varas en el monte y yo les dije que me tenían que dar permiso en los ayuntamientos de alrededor. Los peregrinos no lo entendían. Yo lo sigo sin entender. pero es lo que toca y hay que acatar las normas.

¿Después de formar parte del Camino se ha atrevido hacerlo alguna vez?

Sólo lo he hecho una vez. Y de eso hace ya muchos años. Ahora me basta con estar aquí en Ázqueta esperando a los peregrinos que vienen. Hablar y cantar con los que pasan. A veces si veo que pasan pocos me voy a los albergues de alrededor a verles y a conversar con ellos.

Pablito, lleva usted más de 30 años siendo una parte importante del Camino. Le habrán hecho algún homenaje.

Sí, en el año 2003 la Asociación del Camino de Santiago de Estella me hizo un homenaje y me regaló una placa en reconocimiento y agradecimiento a la labor que hago en apoyo del Camino y de sus peregrinos.

¿Y esos peregrinos le han hecho algún homenaje a usted?

Tengo un libro de firmas en la entrada de mi casa.Ahí me escriben lo que quieren. En general, me escriben mensajes de agradecimiento por lo que les doy, aunque debo decir que algunos están en otro idioma y no los entiendo. Además, me hacen todo tipo de regalos como los bastones de esquiar  o esculturas del Apóstol. Tengo una visera del Barça firmada por un peregrino que hacía poco había ido a ver la final de la Champions en Londres. Otros me escriben cartas o me mandan regalos cuando llegan a Santiago.  Aún así, como siempre digo, para mí el mayor homenaje es que la gente se pare a hablar conmigo cuando les regalo las varas.

Y tú, ¿conoces a Pablito o has oído hablar de él? Muchos de los caminantes del post  Las caras del Camino pasaron por Ázqueta y conocieron al hombre que ha hecho de las varas, una nueva señal de identidad propia del Camino de Santiago. Junto con las flechas, las varas se han convertido en un aliado esencial para llegar a Santiago.

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Las caras del Camino

Los peregrinos son los protagonistas del Camino de Santiago. Ellos son los que configuran las historias. Muchos lo hacen por sumar experiencias, otros por salud. Hay algunos que lo realizan para conocer gente. Cada uno tiene un motivo pero a todos les une lo mismo, llegar a Santiago y completar una de las experiencias más intensas de sus vidas.

francesa haciéndo el Camino

Se llama Isabel tiene 44 años y viene de Francia para hacer el camino por una cuestión de salud. F.ETAYO

Dani es un francés que hace el Camino

Dani es un francés de 18 años que afirma que lo bonito del Camino es que se vive en él. F.ETAYO

Un coreano haciendo el Camino de Santiago

Tomy Kam viene desde Corea del Sur y con 26 años dice haber viajado a más de 23 países. El Camino quiere que sea su experiencia más intensa. F.ETAYO

Un coreano busca el equilibrio en la peregrinación

Yin viene desde Corea para encontrar un equilibrio entre su cuerpo y su mente. Afirma que so solo lo puede conseguir en la peregrinación. F.ETAYO

De salamanca a Santigo por la cultura

Javier Garrido es un salamantino de 25 años que hace el Camino porque le gusta el itinerario cultural y aprovecha las vacaciones en su trabajo. F.ETAYO

Un americano en el camino

Michael Wieas viene desde EE.UU para hacer ejercicio mientras conoce nuevas culturas. F.ETAYO

De América a Santigo

Marck Hunsicker llega desde EE.UU con solo 23 años para hacer el Camino porque es una forma bonita de conocer gente. F.ETAYO

Un holandés en el Camino

Nik di likien es un holandés de 28 años que hace el Camino por añadir una experiencia más en su vida. F.ETAYO

Seguro que todos ellos agradecen la iniciativa de Elias Valiñas y sus flechas amarillas. La mochila ya va muy cargada y evitar el peso que supone llevar una guía es un alivio.

 

 

 

 

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La flecha amarilla, la guia del caminante

Fabiola Etayo.- Una flecha amarilla puede pasar desapercibida para cualquier persona que se cruce con ella, pero no pasará desapercibida para un peregrino del  Camino de Santiago. Ni las nuevas tecnologías han podido con esa mancha de color amarillo. Es más que una guía que te indica por dónde debes ir. Se ha convertido en un símbolo imprescindible del Camino. Con señal de identidad propia.  Pero ¿por qué surge la flecha? ¿por qué amarilla?

La guía del Camino es amarilla

Es más que una señal, la flecha amarilla es la guía del peregrino en su ruta por el Camino. F.ETAYO

La respuesta está en un hombre, Elías Valiña sacerdote de O Cebreiro, dónde se encontraba el Santuario de Santa María A Real. Encadenado en el olvido, Elías lo restauró y acomodó para acoger a los peregrinos que hacían el Camino.

Por las mañanas, Valiña escuchaba a los peregrinos quejarse por no saber por dónde ir. Lamentarse de la dificultad de no perderse en el trayecto. Harto de ello, cogió pintura amarilla que había sobrado de las obras de la carretera y las cargó en su coche hasta Roncesvalles. Después llegó a Saint Jean Pier De Port para pintar en cada punto conflictivo y en cada pueblo del camino francés una flecha amarilla que indicase la senda correcta hasta Santiago. La idea era tan buena que incluso algunos hosteleros cambiaban la orientación de las flechas hacia sus negocios. Durante el oficio, Elías realizó trabajos adicionales como recuperación de tramos o enumeración numérica, por ello, al desembocar en la Catedral del Apóstol, publicó una guía del camino.

La flecha amarilla es una seña identidad propia del Camino de Santigo.

La flecha amarilla es una seña identidad propia del Camino de Santigo. F.ETAYO

Por todo ello, Elías es considerado una de las personas promotoras de la peregrinación, aspecto que se enfatizó en 1985 cuando fue nombrado Comisario del Camino de Santiago en el I Encuentro Jacobeo. Cuatro años después, en 1989, falleció y su sobrina, Pilar A. Valiña, cogió el legado de repasar, cada año, acompañado de las asociaciones del camino, las señalizaciones. 

Desde entonces, cada flecha tiene un poco de Elias, el hombre que hizo la guía más admirada y amarilla del Camino.

 

 

 

 

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Comenzamos el Camino

Fabiola Etayo.- El Camino de Santiago es una de las peregrinaciones más transitadas y bonitas que existen. Se puede hacer de diversas formas; a a pie, en bicicleta, en burro e incluso en tractor. La ruta se puede empezar pero nunca terminar solo. Son muchas las personas que se conocen a lo largo de la peregrinación y muchas las amistades que se fraguan. Existen diversas rutas (Camino francés, Camino del norte, Camino de invierno, Camino primitivo…) pero en cada una de ellas conocerás a alguien nuevo y descubrirás nuevas  historias.

La experiencia de ser peregrino te acompañará siempre. Y como lo más importante del Camino son los peregrinos, en este blog vamos a contar sus historias. Historias de caminantes, de personajes relevantes y de sus anécdotas. ¿Nos cuentas la tuya?Revelaremos el por qué de muchas cosas. ¿Sabes por qué existen flechas amarillas? En este blog daremos respuesta a esa pregunta.

El Camino empieza en este blog y por eso desde aquí te deseamos !Buen Camino!

El Camino de Santiago. Una ayuda para el peregrino

El Camino de Santiago. Xacobeo Galicia

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